Biografíade Eduardo Rodríguez
Nació en Santo Domingo en el año 1967. Originariamente se inició en las artes gráficas y publicitarias con apenas 16 años, recibiendo sus primeras orientaciones de pintura de los maestros Ramón Oviedo, Plutarco Andújar, y Roberto Flores; además de las estimulantes orientaciones del también pintor Nurys Oviedo, hermano del afamado maestro dominicano Ramón Oviedo.
Aunque se formó y desarrolló artísticamente desde muy temprana edad y asumió desde esos primeros momentos de su vida su compromiso y vínculo con el arte, participó en su primera exposición colectiva en el año 1991, en la Feria Artística Arawak; debutando individualmente en 1999 con la presentación de una exposición en C & N Premier Reisesommer, en la ciudad de Frankfurt, Alemania.
Sus más recientes exposiciones individuales fueron presentadas en la Universidad Católica de Santo Domingo, donde el año 2003 exhibió su exposición “Paisajes de nuestra montaña”; y en el Hotel Pinar Dorado de Jarabacoa en el año 2007, donde presentó su exposición individual titulada “Equinos”, en la que exalta la belleza anatómica y energía del gesto y movimiento de los caballos en el paisaje.
CRITICA
Porque estos no son la luz, ni los colores verdaderas que Eduardo Rodríguez como pintor mira en las montañas, ríos y valles; por que en esencia, para él, esos elementos de la naturaleza no están ahí; por lo que él no los ha plasmado como realidad fotográfica sino como memoria de la historia, como almas del paisaje, como entidades espirituales del bosque; porque ese paisaje radiante de luz y color natural verdadero, probablemente en los próximos 50 o menos años ya no estarán ante sus ojos, por lo que él cómo sensible creador que es, lo asume como república personal en su mente y en su espíritu, y lo traduce a sus telas para gozo y deleite de todos nosotros, como un pedazo de su propia existencia, como memoria y calendario inmaterial del bosque, del paisaje y de las estaciones que él aprendió a contar y a ver todos los días sobre la arquitectura de la montaña, de sus montañas personales; las mismas que él sueña y construye en sus telas con pasión demencial y catártica, porque para él como pintor auténtico que es, esos paisajes montañosos sembrados en sus telas, sí son reales y propios.
Abil Peralta Agüero
Crítico de arte. Curador.